Cimitarra, Santander


CONTEXTUALIZACIÓN
Este 26 de febrero se cumplieron 21 años del crimen de la periodista Sylvia Duzán. Asesinada junto con tres dirigentes agrarios en Cimitarra, Santander, cuando realizaba una investigación sobre la realidad en esa región.

Se había citado a las 9 de la noche en el restaurante La Tata, en Cimitarra con los líderes de la vereda La India, Josué Vargas Mateus, presidente de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), y los dirigentes Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas Collazos, para conocer allí con ellos, la muerte a mano de los paramilitares. Sylvia contaba con 30 años.

 El crimen sigue en la total  impunidad pasados todos estos años. Gustavo Gallón, abogado de la Comisión Colombiana Juristas, para que no prescriba el delito, interpuso una acción ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Los autores materiales, parece  se mataron entre ellos mismos y no hay ningún detenido.

Ramón Isaza, uno de los señores de la guerra en el Magdalena Medio, y sobre quien pesa la acusación de ser  uno de los autores intelectuales del crimen, solo sabe repetir que no se acuerda de nada para evadir sus responsabilidad.

Quienes fueron detenidos  como autores materiales, pronto conocieron la libertad al ser exonerados. La Procuraduría General de la Nación interpuso algunas acciones contra los policías y militares que se hallaban en el lugar de los hechos y  que estaban esperando la llegada de los tres líderes campesinos y Silvia a la cafetería donde fueron masacrados, pero también resultaron exonerados.

Pareciera que el tiempo se hubiera estancado o que “volviera en redondo” como dice García Márquez, al recordar que Sylvia se encontraba realizando para el canal 4 de Inglaterra el documental “El veto del narcotráfico en las elecciones de 1990”,  pues hoy la situación es  la misma con la interferencia de los agentes armados del narcotráfico y después del crimen de Sylvia, la espiral de violencia no ha cesado.

Para ese entonces el paramilitarismo comenzaba a preparase para lo que sería todo su accionar posterior, con centenares de masacres y los magnicidios que conoció el país, los de Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.

También comenzaba ese año el proceso de paz con el M-19 y otros sectores armados y que culminaron con las elecciones de la Constituyente en diciembre de ese año. Había como una especie de optimismo en el país paralelo al drama de la violencia.

Los familiares de  Sylvia, su hermana, la también periodista María Jimena, el esposo, el conocido intelectual y economista, Salomón Kalmanovitz, la recordarán  a través de la música que tanto le gustaba, en una velada con amigos, amenizada por el grupo de rock Hora local que ella ayudó tanto a conformar con su entusiasmo y sus composiciones. Sylvia se destacó por su vocación artística, no solo como periodista sino como creadora musical. Ella hizo música para varios documentales en los que trabajó como Sicarios, uno sobre las Comunas de Medellín, entre otros, recuerda.

Sylvia había militado en el M-19, de donde se marginó lealmente, pues era muy libertaria, pero siempre continuó siendo una persona de izquierda. Como profesional, hizo un periodismo con responsabilidad social, de investigación, ese  era su compromiso y por  eso se metía en temas de riesgo. 





Mi viaje al infierno




En el 2010 María Jimena Duzán: Rompe el silencio para contarnos la historia de una masacre que causo grandes estragos en 1990 Cimitarra, Santander donde su hermana Silvia Duzán fue asesinada junto con  tres dirigentes agrarios.
Escribir este libro no fue nada fácil para la periodista; entendió que muchas de las enfermedades que tienen los colombianos son enfermedades del alma ;“estas son causadas al abrir heridas que ya estaban cerradas.



Entrevista con la revista Semana 
El Sábado 30 Octubre 2010 María Jimena Duzán habla con la revista semana acerca de su experiencia en la masacre.
SEMANA: ¿Por qué decidió hacer un libro sobre el asesinato de su hermana después de 20 años?
María Jimena Duzán:
 Porque me tomó 20 años hacer el proceso de reflexión y duelo sobre lo que había pasado. Solo ahora tuve la fortaleza para indagar por qué la habían matado, cómo había quedado y quiénes habían sido.
SEMANA: ¿Por qué le costaba trabajo abordar el tema?
M.J.D.: Uno queda en una situación de fragilidad y temor. A mí me amenazaron, me tocó salirme del país y vivir tres años por fuera. Cuando regresé, escribí de todo menos de eso. Fue una decisión de supervivencia, creo yo, por temor a que pasara algo conmigo o a mi familia. Y creo que lo mismo les pasa a la mayoría de las víctimas en Colombia, se quedan atemorizadas y esa inmovilidad es lo que permite que los perpetradores avancen. 
SEMANA: ¿Temor o negación? 

M.J.D.:
 Las dos cosas. Yo terminé haciendo lo mismo que hizo la sociedad colombiana, que hasta ahora empieza a aceptar parcialmente los horrores que sucedieron. Yo me atemoricé y decidí no ir ante la justicia, porque el general Maza me dijo: "No se meta en eso porque yo voy a hacer las cosas como Estado". Resulta que el Estado no hizo nada. 

SEMANA: ¿Qué la hizo cambiar?

M.J.D.:
 Que vi a Ramón Isaza en televisión diciendo que no se acordaba de nada. Me indignó la forma como borraba de un tajo el asesinato de mi hermana. 

SEMANA: En el libro usted cuenta muchas cosas de su vida privada. ¿Por qué?

M.J.D.:
 Porque creo que era la única manera de contar la historia. 

SEMANA: ¿Como una necesidad personal o porque era la única forma para que lo que dice fuera creíble?

M.J.D.:
 Era la manera de explicarme a mí misma de dónde venía el dolor que yo tenía aprisionado por tanto tiempo. Pero también el libro fue escrito para que mis hijas supieran quién era su tía y cómo sus sueños fueron aniquilados por la manera injusta en que murió. 

SEMANA: ¿Entonces decide afrontar el tema y descubre algo distinto?

M.J.D.:
 Sí. Yo pensaba que a Silvia la habían matado los narcoparamilitares del Magdalena Medio. Pero no sabía que había una presencia tan real de agentes del Estado. Descubrí que en la masacre participaron por lo menos tres agentes de Policía, el comandante de la Policía de Cimitarra y el comandante del Ejército del Batallón Rafael Reyes. 

SEMANA: ¿Se comprobó la participación de ellos?

M.J.D.:
 El expediente se perdió por diez años, y yo creo que detrás de esa desaparición hubo una mano secreta. Hoy estoy convencida de que lo que querían era mantener en el olvido el fallo en el que se declararon libres de toda culpa a los acusados, incluidos los agentes del Estado. Es como si la masacre no hubiera existido. Como si mi hermana y los tres líderes campesinos se hubieran suicidado.

SEMANA: ¿Hubo testigos?

M.J.D.:
 Sí, todo el pueblo. La masacre fue hecha al frente del batallón, en un bar La Tata, que estaba lleno de gente en un viernes de fiesta. Todo el mundo supo quién disparó y quiénes fueron los que protegieron a los asesinos en su huida. 

SEMANA: ¿Quiénes eran los otros? 

M.J.D.:
 Silvia estaba acompañada por tres líderes campesinos: Josué Vargas, Miguel Ángel Barajas y Saúl Castañeda. Los tres murieron al instante; la única que sobrevivió fue mi hermana. Descubrí que ella murió desangrada a las 3 horas, sin que nadie la ayudara. Los campesinos eran el objeto de un documental que estaba haciendo Silvia para el Canal 4 de Inglaterra. 

SEMANA: ¿Cuál era la razón para matar a Silvia?

M.J.D.:
 Yo creo que la mataron porque el documental que estaba haciendo iba a reflejar la magnitud del proyecto narcoparamilitar que se estaba montando en el país. Descubrí que la venían siguiendo desde el Batallón Rafael Reyes mucho antes de que la mataran. 

SEMANA: La historia de cómo estaban operando los grupos paramilitares en el Magdalena Medio...

M.J.D.:
 Ahí comenzó todo lo que hoy estamos padeciendo. La historia de cómo, desde el Magdalena Medio, se tomaron las elecciones y la política en las regiones y se despojó a los campesinos de sus tierras comenzó hace 20 años allí, en Puerto Boyacá. 

SEMANA: ¿Las tres personas que estaban con Silvia tenían alguna militancia en la izquierda?

M.J.D.:
 Una semana antes, Báez los acusa a ellos de ser colaboradores de la guerrilla, pero ahora él ya no se acuerda de esas declaraciones. Sin embargo, cuando uno conoce la historia de estos campesinos, se da cuenta de que ellos fueron ante todo víctimas de las atrocidades de las Farc. 

SEMANA: Si uno mira el trabajo periodístico que estaba haciendo Silvia y lo compara con la visión que tenemos hoy del paramilitarismo, ¿hay diferencias?

M.J.D.:
 Claro. En esa época Silvia y yo pensábamos que el paramilitarismo no era tolerado. Hoy veo que ese pequeño monstruo que comenzó en el Magdalena Medio como una insurrección dentro del propio Estado fue adquiriendo una aceptación social que le permitió convertirse en un proyecto político en estos 20 años. Afortunadamente los medios y la Corte Suprema reaccionaron y destaparon la parapolítica. Pero eso solo es la punta del iceberg. 

SEMANA: Esa realidad no necesariamente es la misma que existe después de la desmovilización...

M.J.D.: 
En esa zona del Magdalena Medio la guerrilla fue desterrada. Y desde entonces hay una especie de aceptación de ese nuevo régimen político que instauró el narcoparamilitarismo.

SEMANA: Hace 20 años ya existían versiones sobre lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué pudo prosperar el paramilitarismo?

M.J.D.:
 Esa es una de las cosas que más me han impactado en los expedientes: todo se sabía. La manera como descuartizaban a las personas, las masacres, los despojos a los campesinos. Hay muchísimas personas que se fueron al DAS a dar declaraciones y a informar. Lo poco que han revelado los paras desmovilizados en Justicia y Paz se sabía ya hace 20 años. Pero la sociedad no se inmutó ni entonces ni ahora. 

SEMANA: Y entonces, ¿qué pasó con los procesos?

M.J.D.:
 La justicia no les dio credibilidad. Y en el caso de la masacre de Cimitarra exculpó a los asesinos, aun con pruebas y que el pueblo entero había sido testigo. Hay testimonios de miembros de la fuerza pública que se volvieron informantes del DAS o que fueron a la Procuraduría, deses-perados, a hablar. Esas indagatorias están ahí, apolillándose.

SEMANA: O sea que la negación de la que usted nos hablaba al principio también afectó a la sociedad. Las cosas se sabían, pero no se aceptaban… 

M.J.D.:
 Solo ahora hay intentos por recuperar esa memoria trágica con el trabajo que está haciendo el grupo académico que lidera Iván Orozco, pero en materia de justicia, el peso de la impunidad sigue siendo implacable. No creo que la sociedad colombiana esté lista para enfrentar esa verdad. Además, yo siento que estos 'temas' interesan muy poco. 
SEMANA: ¿Hay alguna posibilidad de que la masacre de Cimitarra se retome?

M.J.D.:
 No, porque es cosa juzgada. Lo único que queda es la instancia internacional, como ha sucedido con otras masacres, la de La Rochela y la de Segovia. 

SEMANA: ¿Usted es capaz de perdonar a quienes mataron a Silvia?

M.J.D.:
 Más que perdón, yo pediría sinceridad. Me molesta que no haya respuestas y que quienes saben la verdad se nieguen a revelarla. Ninguno de los jefes paras desmovilizados supo de la masacre de Cimitarra. 

SEMANA: ¿Cree que la publicación del libro sirva para eso?

M.J.D.:
 En un país que no reconoce la gravedad del conflicto que ha vivido, ser víctima no es nada fácil. La sociedad colombiana todavía no sabe qué hacer con nosotros. Ojalá este libro sirva para mostrar que las víctimas en Colombia somos de carne y hueso y que a pesar del dolor y de la impunidad, tenemos una voz que no pueden acallar por más que nos invisibilicen o nos intenten estigmatizar. A este Estado y a esta sociedad hay que sacudirlos para que lo vean a uno y no solo determinen al asesino que mató al ser querido.



Cimitarra, Santander.


Aquí estan un par de videos en los nos ayudaran  a entender y a contextualizarnos más a fondo la problemática sufría la población de Cimitarra alrededor de los  final de la decada "80" y en los "90".
En estos video vemos la participacion de:
Maria Jimena Duzán , la victima hermana de Sylvia Duzán
Luis Fernando Serna; Presidente actual ATCC.
Ramón Córdoba; Lider Fundador de ATCC.
Piezas claves para la reconstrucción de lo acontecido en Cimitarra.









En este nuevo video vemos una entrevista hecha a la hermana de Sylvia, en donde ella nos cuenta un poco más de cómo ella no ha parado de investigar el asesinato de su hermana para que no quede impune; gracias a su incansable trabajo por descubrir esa verdad María Jimena decide publicar un libro "Viaje al infierno".







CIMITARRA 



                         
     Es un municipio de Colombia, localizado al norte de nuestro pais, especificamente , en el departamento de Santander. Se encuentra a 200 Km de la capital del departamento
Bucaramanga. Limita al norte con Puerto Parra al sur con Bolívar, al Oriente con Landázuri y al Occidente con el Departamento de Antioquia.
Extensión total: 3.165,60 Km2 Km2
Temperatura media: 32° Centígrados
Aproximadamente el numero de sus habitantes es de 22.145.
La población fue fundada en 1536, convirtiéndose en municipio el 26 de noviembre de 1966. Los Nombre de los fundadores: Silvano Cortés, Nemesio Cortés, Serafin Murcia, Demetrio Ardila, Leonidas Rubiano y Eccehomo Sánchez
Bandera
EL TRIANGULO: ( significa poder ). Cimitarra es un
municipio que por su ubicación geográfica es un punto
equidistante y céntrico dentro del país, por lo tanto le
da una situación privilegiada, ademáspor la
generosidad de su clima es considerada una tierra
fértil, permitiendoseel goce de unas condiciones
especiales que han logrado demostrar un gran
desarrollo en38 años de vida municipal. Igualmente
simboliza el gran poder y los grandes logros
que le deparan a futuro.
EL COLOR AMARILLO: simboliza la gran riqueza , la grandeza
y el calor humano de nuestra tierra cimitarreña.
EL COLOR BLANCO: simboliza la PAZ tan anhelada y de la cual
ahora disfrutamos gracias al amor de nuestro Dios. Igualmente
significa la humildad y la fraternidad de todas las comunidades
de diferentes partes del país que habitan en este municipio.
EL COLOR VERDE: simboliza el verde de los campos. La ganadería,
la esperanza, la pujanza y el deseo de superación de sus habitantes.
EL COLOR ROJO: esta representado en dos franjas rojas que
bordean la riqueza petrolera; ellas hacen referencia a las vidas
humanas que perecieron en la época de la colonización de esta
inhospital selva carareña; igualmente simboliza la sangre derramada
en la época violenta de nuestro municipio.
LAS 11 ESTRELLAS BLANCAS: representan cada uno de los
corregimientos que hacen parte del territorio cimitarreño; se
representan en forma de estrellas porque, las estrellas están en
el firmamento y han sido guías para el hombre, igualmente
representaa los lideres comunitarios de cada uno de los
corregimientos.
EL COLOR AZUL: simboliza la gran hidrografía que posee este
municipio y principalmente el privilegio de ser bañado por uno de los
ríos más importante de Colombia como lo es el río Magdalena.






Himno
Autor: Letra: Genny Angarita - Música: Jairo Navarro
Letra:


CImitarra tierra amada
con el alma te venero
porque has dado a nuestra raza
hijos dignos de tu suelo


Salve a Martin Galeano
que desafiando el fantasma
abrió caminos de historia
y te dio nombre Cimitarra


Tu corazón Antioqueño
tu alma Santandereana
de comuneros ilustres
que lucharon por la patria


eres comarca pionera
donde Dios en su bondad
nos dio un corazón muy grande
para querer para amar


seguiremos siendo siempre
sembradores de esperanza
cultivando las semillas
que necesita la patria


dulce rincon del carare
de santander lo mejor
eres floreciente tierra
orgullo de la región


llevaremos cual coraza
tu bandera a las espaldas
amarillo, blanco y verde
riqueza, paz y esperanza.


HISTORIA

 La región fue habitada por los indios Carare, especialmente los valles de los ríos Carare, Opón, Oponcito, Guayabito y el Horta; así como en algunas quebradas tales como Chontarales, La Verde, La Toroba, entre otras; pero debido a las inclemencias climáticas que hacían de ésta una región insalubre, no se extendió la población. Durante la conquista y la colonia los indios que habitan esta región, opusieron resistencia a la dominación española, por lo que estos se vieron obligados a construir un fuerte para proteger sus embarcaciones que navegaban a lo largo del Río Magdalena hacia el interior del país y hacia el mar.

Cimitarra, fundada en 1536 , deriva su nombre de la época de la conquista, cuando un grupo de españoles al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada y Martín Galeano en busca de una ruta para ir al valle del Río Magdalena a las partes altas de la cordillera, atravesaron esta región y en uno de sus campamentos un colonizador perdió su cimitarra (sable curvo), los españoles en su marcha se dieron cuenta de la perdida del arma y regresaron en su búsqueda, hallándola en poder de los indígenas quienes debido a que este era un objeto extraño para ellos le rindieron culto y los colonizadores decidieron dejarla y desde ese entonces lo llamaron el Valle de la Cimitarra. Durante siglos los indígenas que habitaban la región fueron perseguidos hasta llegar a su extinción casi completa.

El primer indicio de colonización se propició con el proyecto del ferrocarril del Carare, el 12 de Marzo de 1922, en un intento del gobierno por abrir el comercio a la explotación de la quina, el carbón y el petróleo, que ofrecían altas perspectivas de producción en la zona. Llegaron 25 obreros a trabajar en esta empresa, dirigidos por el señor Ecce Homo Sánchez . Los obreros escogieron el lugar donde hoy es el campamento de obras públicas para instalarse y durante tres meses trabajaron con el objetivo de hacer potreros de abundante pasto para alimentar más de 90 mulas que movían las herramientas y provisiones de los trabajadores.

En el proyecto se laboró hasta 1928 y como no prosperó, la mayoría de los obreros regresaron a sus lugares de origen. Sin embargo, algunos continuaron y se convirtieron en los verdaderos fundadores: Diego Vargas, Simeón Nieves, Serafín Murcia, Silvano Cortés, Carlos Pacheco y José Téllez, entre otros.
El proyecto del Ferrocarril del Carare cobró numerosas víctimas por causa de enfermedades endémicas como la fiebre amarilla, el paludismo y las muertes por mordedura de serpientes.

En 1936, se inicia el poblamiento y desarrollo de la región con la puesta en servicio en forma definitiva de la carretera Barbosa-Puerto Berrío, llegando gente de Antioquia, Boyacá y otras regiones del país. El señor Francisco Caro construyó la primera casa en lo que hoy es la Calle Primera y Honorio Corredor, Polidoro González, Arturo Villarreal y Ricardo Carvajal, se convirtieron en las primeras personas que tenían una finca en la región. Aprovechando la nueva vía se propicio la vinculación de antioqueños y gentes de la costa pacífica. Don Silvano Cortes, colono emprendedor y altruista, fundo la Hacienda la Ceiba, en cuyos terrenos está ubicado hoy el 50% del casco urbano.

En el año de 1951, se convierte Cimitarra en corregimiento de Vélez, siendo su primer Inspector de Policía el señor José Antonio Melo Pinzón, más conocido como “Caporal”.

En 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla ordenó la creación del Instituto de Colonización e Inmigración; los topógrafos del instituto parcelaron la tierra que iba de lado a lado de la carretera desde Cimitarra hasta Patio Bonito, en extensiones de 40 hectáreas y luego fueron entregadas a través de financiación a los habitantes de la región. En esa época, el General Gustavo Rojas Pinilla ordenó la creación de una sucursal de la Caja Agraria y la construcción del aeropuerto que lleva su nombre; igualmente, el trazado de las calles del casco urbano, la creación de la casa campesina, la cual hacía funciones de capilla, escuela y albergue.

Entre 1961 y 1965, se realizó la construcción de la Escuela Antonia Santos e ingresaron algunas entidades del Estado como el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), el Instituto de Mercadeo Agropecuario (IDEMA), el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA) y el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA).

En 1966, la Asamblea Departamental aprueba la Ordenanza 22 por la cual se creó el Municipio de Cimitarra; hasta ese entonces Cimitarra era corregimiento de Vélez hasta que un grupo de colonos, debido a que tenían sus propiedades en las jurisdicciones de Vélez y Bolívar, elevaron ante la Asamblea departamental un memorial solicitando su erección en territorio municipal. Los informes que presentaron manifiestan la existencia de más de diez mil habitantes y de un caserío que agrupaba unas ciento cincuenta casas, dotado de escuela, cárcel y hospital, calculando los futuros ingresos municipales en catorce mil pesos anuales.

En 1967 Cimitarra inicia su vida municipal, siendo su primer Alcalde el Doctor Alejandro Galvis Galvis, por un día, dejando al señor Segundo Vargas al frente del naciente municipio. Otro hecho sobresaliente en esta década es la construcción del Hospital Integrado San Juan y el Colegio Integrado del Carare (C.I.C.A.).

En 1968, el Obispo Bernardo Arango resuelve elevar a la categoría de parroquia a la antigua vicaría de Cimitarra, dado que al erigirse la Diócesis de Barrancabermeja buena parte del feligresado de Bolívar había quedado sin administración.

Entre 1971 y 1980 se destaca el incremento de algunas explotaciones petrolíferas.

Durante el periodo 1982 a 1990, suceden importantes acontecimientos que contribuirían al desarrollo del municipio: la subestación de intercomunicación eléctrica, iniciando la electrificación urbana y rural; la sede de la Empresa Colombiana de Telecomunicaciones TELECOM, adjudicándose las primeras líneas privadas y públicas. En este periodo también sobresale la construcción de algunas obras de infraestructura por parte del gobierno municipal: Plaza de Mercado, Plaza de Toros, Palacio Municipal, ampliación de la red vial municipal y pavimentación de algunas calles y se inicia la construcción de la planta de tratamiento de agua.

También durante este periodo, se construye el centro de acopio del IDEMA, se organizan las primeras asociaciones campesinas como el Comité de Ganaderos, la Asociación de Madereros y el Acuerdo de los Trabajadores Campesinos del Carare ATCC.

A partir de 1988, se realiza la primera elección popular de alcaldes saliendo favorecido el señor Salvador Pardo Lobo (periodo 88-90), se construye el templo católico bajo la dirección y orientación del padre Luis Carlos Arbeláez Castaño y se dan los primeros pasos de organización en el proyecto de la Provincia del Carare, donde se propone a Cimitarra como su capital.


Bibliografia:


20 AÑOS DE IMPUNIDAD.

El 26 de febrero se cumplieron 20 años del crimen (masacre) en cimitarra Santander, donde fueron asesinados la periodista Sylvia Duzán, junto con 3 dirigentes agrarios de la población. Una tranquila noche, que parecía normal en el restaurante "la Tata", donde se realizaría una breve reunion entre Josué Vargas Mateus(presidente de la asociación de trabajadores campesinos del Carae), y los dirigentes Saúl Casteñeda y Miguel Ángel Barajas, termino en un horroroso hecho de muerte a mano de los paramilitares.

Al parecer después de 20 años, este hecho continua impune claro esta, que se han interpuesto acciones ante la comisión interamericana de Derechos Humanos,  pero como única respuesta que se ha dado, es la hipótesis de que todos los autores materiales se asesinaron entre ellos mismos, dejando el hecho impune y sin ningún detenido.

Aunque existen bastantes creencias de quienes pudieron ser los verdaderos autores detrás del crimen, no son validos ya que no se contienen pruebas que comprueben tan teoría, lo que si sabemos es que desde ese día la vida en Cimitarra no es la misma, ya que es bastante difícil olvidar cosas como esta, donde personas tan importantes para el lugar murieron incluso, una persona que no tenia nada que ver con la población, y solo se encontraba allí para realizar un documental.

En ese mismo año, el país empezó a realizar distintos procesos para buscar tranquilidad en el país como lo fueron, el proceso de paz con el M-19  y otros grupos armados que culminaron con las elecciones constituyentes del mismo año. 






Actualmente la Procuraduría General de la Nación interpuso algunas acciones contra los policías y militares que se encontraban en el lugar de los hechos a la espera de la llegada de Silvia y los líderes campesinos a la cafetería en donde fueron masacrados, pero en el curso del proceso también fueron liberados.

Los jefes paramilitares Ernesto Báez y Ramón Isaza, sobre quienes pesa la acusación de ser los autores intelectuales del crimen, no han querido reconocer su responsabilidad en el hecho. Báez afirma que era solo un ideólogo y niega haber participado en algún homicidio. Isaza, por su lado, sostiene que perdió la memoria aunque haya un parte médico que desvirtúa esa versión.

Para que no prescriba el delito, Gustavo Gallón, abogado de la Comisión Colombiana de Juristas, interpuso una acción ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.





MEDIOS DE COMUNICACIÓN


Tomado dehttp://m.vanguardia.com/santander/bucaramanga/119369-duzan-hablo-de-su-viaje-al-infierno-en-santander



María Jimena Duzán habló este lunes sobre su libro ‘Mi Viaje el Infierno’ en la feria del libro Ulibro, que empezó hoy en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, UNAB y cuya intervención transmitió Vanguardia.com.
Con el libro ‘Mi Viaje al Infierno’, Duzán decidió romper el silencio que tuvo por más de 20 años narrando la historia de la masacre en Cimitarra, Santander, ocurrida en 1990 donde su  hermana Silvia Duzán fue asesinada junto con otros tres campesinos.
 La periodista aseguró que escribir el libro le costó mucho trabajo emocionalmente, por lo cual se enfermó, “me enferme físicamente, y entendí que muchas de las enfermedades que tienen los colombianos son enfermedades del alma”.
La historia de Silvia Duzán
Su hermana, Silvia Duzán nació en 1958 en Bogotá y había estudiado economía en la Universidad de los Andes, pero empezó a escribir en el Magazín Dominical de El Espectador y se enrumbó hacia el periodismo de investigación. Ella estaba haciendo un documental sobre asociaciones campesinas de la región para la BBC, en el momento que fue asesinada.
 Ese crimen fue investigado de primera mano por su hermana María Jimena Duzán, quien decide romper el silencio y narra todo lo vivido en ‘Mi viaje al Infierno’.
“Es muy difícil escribir la historia cuando la historia se escribe tan cerca al hecho, pero eso precisamente lo que le da el valor a este libro, el abrir ese baúl de verdades difíciles de afrontar pero que cuando se hace, transforma la historia por como se narra” aclaró Duzán.
Duzán reiteró que “sin tetas sí hay periodismo”
María Jimena Duzán, criticó el papel del periodismo colombiano y afirmó que “los periodistas no hemos hecho mucho en recuperar esa memoria histórica del país” y pide que no le dejemos ese trabajo a los historiadores.
Duzán que afirma no haber estudiado periodismo, si se considera periodista y afirma que “para ser periodista uno tiene que estudiar lo que se le da la gana, y tener un amor por algo, hay excelentes periodistas que han estudiado matemáticas, o ciencias políticas o cualquier cosa, porque ser periodista no es solo tener unos métodos es la forma de ver la vida”.
 “Parte de lo que tiene la guerra es que inmoviliza la sociedad, a mi me duró 20 años, no podía investigar porque sentía que no estaba preparada. Y si me pasó esto, que tengo la posibilidad de ir y de buscar, imagínese lo que le pasa a una víctima del Urabá, por ejemplo”, aclaró Duzán.
 Frente a su investigación como periodista de conflicto, María Jimena Duzán dijo que no está de acuerdo con la objetividad del periodismo colombiano, “los periodistas en conflicto sobre todo no deben ser objetivos, debemos tener una posición siempre, con fundamentos éticos”.
Duzán reiteró además sus críticas a las periodistas de La W que se desnudaron para la revista Soho, advirtiendo que el periodismo es más de fondo que de forma.
 La investigación del crimen
 “Uno de los problemas que hay es que las víctimas nos quedamos sin dignidad y la sociedad no quiere dárnosla”: Duzán
 Por la masacre en Cimitarra, las autoridades investigaron a Alejandro Ardila, alias ‘El Ñato’, a Hermógenes Mosquera, alias ‘El Mojao’, Armando Suescún, candidato a la Alcaldía de Cimitarra, Carlos Atuesta, miembro de la ATCC y 34 personas más, pero todos los sindicados fueron absueltos.
 “Me llene de furia cuando vi al abogado de Isaza por televisión, (Ramón Isaza, comandante de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio) decir que “el cliente no podía hablar porque estaba clínicamente impedido por tener Alzheimer, pero les aseguró que él no mato a nadie, no asesino  a nadie, y le preguntaron que como sabia que tiene Alzheimer, y dijo que de eso si estaba seguro”
 “Desde ese día me metí de lleno en la Ley de Víctimas y desde entonces estoy trabajando en esto, pero me ha servido para tres cosas, para nada, para nada y para nada.” Agregó Duzán, refiriéndose a que "el crimen sigue impune, nadie ha sido juzgado”.
 María Jimena contó que cuando se decidió por empezar a investigar el caso “la Fiscalía no tenía el proceso de la masacre en Cimitarra, entonces imagínense cuantos procesos no deben estar ahí perdidos. A nosotros nos mandaban de Cúcuta a Bucaramanga y de vuelta y duramos un año para encontrarlo archivado, como si ya se hubiera acabado, y empezamos a mirarlo y nos dimos cuenta que era la única masacre en Colombia donde había fallado la justicia.”
 La autora de ‘Mi Viaje al Infierno’, afirmó que mientras más investigaba el caso, más cuenta de daba que los crímenes anteriores al de Cimitarra, como el de Rochela, Segovia, fueron por las mismas personas, y estaban los mismos políticos metidos, las mismas autoridades y “me dio curiosidad no entender que nosotros como colombianos no nos hubiéramos dado cuenta que todo esto era el comienzo de una gran era de crímenes impunes”
 Y agregó “no ha habido justicia para las víctimas del Magdalena Medio, solamente hubo para cuyos procesos llegaron a instancia internacionales como la Corte Internacional de Derechos Humanos, CIDH, como la masacre de la Rochela”
Publicada por: Carolina Mantilla Cárdenas / VANGUARDIA LIBERAL



Acusan a 'Botalón' por masacre en Cimitarra (Santander)

El paramilitar, que se encuentra detenido, habría sido uno de los 


partícipes de los asesinatos de 14 campesinos del Magdalena Medio 

hace 21 años.

La Fiscalía profirió resolución de acusación en contra de Arnubio Triana Mahecha,
 'Botalón', y de Luis Alberto Peláez Rodríguez, alias 'Michín', como presuntos 
partícipes en la masacre cometida por las entonces llamadas autodefensas 
campesinas.
De acuerdo con la providencia de un fiscal de Derechos Humanos y DIH, Triana 
Mahecha y Peláez Rodríguez están sindicados como posibles coautores de homicidio agravado y simultáneo.
Los hechos que se investigan ocurrieron el 13 de abril de 1987, cuando 
aproximadamente 90 hombres al mando de Henry de Jesús Pérez y Gonzalo 
Pérez, ya muertos, junto con Alonso de Jesús Baquero Agudelo, alias 'Bladimir', 
llegaron a la vereda Siete, en Cimitarra, y tras someter a la población escogieron 
lista en mano a 14 personas, a quienes sindicaron de colaborar con las Farc.
Según lo establecido, los retenidos fueron conducidos a orillas del río Carare 
donde fueron asesinados. Algunas de las víctimas fueron sepultadas, otras fueron
 arrojadas al río.
'Botalón' está privado de la libertad en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí 
(Antioquia) y alias 'Michín' está vinculado al proceso en calidad de persona 
ausente.
BUCARAMANGA 
Publicación
eltiempo.com
Sección
Nación
Fecha de publicación
8 de agosto de 2008
Autor


Tomado de: http://m.elespectador.com/impreso/judicial/articuloimpreso-235898-ya-no-tengo-temor-de-recordar

"Ya no tengo temor de recordar"

Hace 20 años fue asesinada en Cimitarra la periodista Silvia Duzán. Su hermana, la columnista María Jimena Duzán, le rinde homenaje.
Foto: David Campuzano

Hacia las nueve y treinta de la noche, del viernes 26 de febrero de 1990, en el restaurante La Tata de Cimitarra (Santander), fue asesinada la periodista Silvia Duzán. En realidad no murió en el sitio. Falleció desangrada, sin que nadie la pudiera auxiliar. Su cadáver fue remitido al batallón Rafael Reyes, vecino del establecimiento, donde después su esposo y su primo fueron a reclamarlo. Con ella perdieron la vida tres líderes de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare que daban ejemplo de paz, tolerancia y neutralidad.
En esos días su hermana, María Jimena Duzán, ejercía como editora internacional y columnista de El Espectador. Semanas atrás, un productor del Canal 4 de Londrés la había llamado para pedirle una historia que mostrara la complejidad del conflicto de Colombia. Sabía de los esfuerzos de la Asociación del Carare contra la guerra y del talento de su hermana para mostrar esa lucha ajena a los caminos de la coca. Silvia y los líderes del Carare fueron asesinados por los mismos sicarios que María Jimena estaba denunciando en sus escritos.
Relatar lo que sucedió le costó 20 años de silencio. Aunque desde ese mismo febrero supo que el asesino principal se llamaba Hermógenes Mosquera, que le decían Mojao, que oficiaba como matarife del jefe paramilitar del Magdalena Medio, Henry Pérez, y que el Ejército y la Policía se hicieron los de la vista gorda y hasta protegieron a los sicarios, fue tal el miedo y la impotencia que no se atrevió a encarar tanto descaro. De repente, huyendo a la suya, se acostumbró a contar las historias tristes de los otros.
Hasta que después de constatar que “ni siquiera la impunidad más perfecta puede contra la memoria”, un día decidió desandar los pasos. Encontró en la ex fiscal y defensora de derechos humanos Omaira Gómez a su aliada perfecta. Y después de un desesperado rastreo por fin halló en Bucaramanga 15 cuadernos empolvados que ratificaron lo que siempre supo. Los asesinos recogieron sus armas en la Policía y la masacre de Cimitarra se perpetró frente a todos. Nadie dudó jamás de que el Estado fue cómplice de la muerte de Silvia.
Esa búsqueda cobró forma en su libro Mi viaje al infierno, con el que la periodista María Jimena Duzán acaba de pasar cuenta de cobro al pasado impune. Al entonces comandante del batallón Rafael Reyes, teniente coronel Ricardo Lineros, hoy propietario de cabañas en la Costa Norte; al entonces comandante de Policía, Remigio Rodríguez, hoy aficionado a tomarse fotos con personajes importantes en su restaurante en Bogotá; o a Carlos Atuesta, de la Asociación del Carare, impreso en el recuerdo traidor como el beso de Judas.
Y con ellos, al jefe paramilitar Ramón Isaza, quien a la hora de la verdad argumentó mal de Alzheimer; o a Ernesto Báez, experto en acordarse de las atrocidades de los otros, pero malo para recordar su barbarie, incluso sus declaraciones a Caracol Radio días antes de la masacre de Cimitarra, cuando acusó a la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare de ser un frente civil organizado por las Farc. Del Mojao, alumno del coronel Jair Klein, no tuvo necesidad de rememorar. La misma violencia que diseminó también borró su rastro.
Ya perdió las ganas de entrevistar a los verdugos de su hermana. Tampoco confía mucho en la Ley de Justicia y Paz. Pero tiene claro que la memoria es lo único que no pueden quitarle. Por eso volvió a escarbar en aquellos tiempos en que aprendió a calibrar el miedo junto con sus colegas Ignacio Gómez, Aura Rosa Triana o Fabio Castillo, en El Espectador, haciendo suyo el ejemplo intacto del director Guillermo Cano. De esos días surgió su primer libro Crónicas que matan. De esa época regresa su convicción de que “ya no quiere olvidar” .
Ahora rinde homenaje a su hermana Silvia; a su madre cómplice Julia; a su padre Jesús María Galvis, que un día quiso llamarse Lucio Duzán y escribió editoriales en El Espectador hasta su muerte; a los líderes de la Asociación del Carare Josué Vargas, Saúl Castañeda y Miguel Barajas; y al país de víctimas que como ella misma ha seguido creciendo en la esperanza de ser capaz de torcer el pescuezo a la impunidad y quitarse un peso de encima. El mismo que ella cargó 20 años a cuestas hasta asumir el deber de hacer su viaje de regreso hasta el origen del infierno.
Redacción Judicial | elespectador.com


Gente | 25 Febrero 2010 - 10:30pm

“Apenas estaba floreciendo” 

Por: Salomón Kalmanovitz | Elespectador.com 
 
A 20 años del asesinato de Sylvia Duzán. El 26 de febrero de 1990, en Cimitarra (Santander), murió junto a los líderes de la Cooperativa Campesina del Carare.
El 2 de enero de 2010, Sylvia Duzán hubiera cumplido 50 años. Si no la hubieran asesinado alevosa y cobardemente, hubiera tenido a su haber varios libros de crónicas periodísticas ágiles, mordaces, escritas bajo el influjo del ritmo rockero que le prestaban las frases cortas y puntillosas y que la transportaba a la poesía. Hubiera descrito la vida de pandilleros, de sicarios y del rock que se armaba en las comunas de Medellín y en Ciudad Bolívar y Kennedy en Bogotá. Hubiera investigado los vínculos de estos jóvenes con el crimen organizado y con los políticos que los utilizaban para extender su poder.
A los 30 años recién cumplidos, cuando la asesinaron, estaba floreciendo y me decía que quería tener hijos pero que esperáramos un poco, hasta que consolidara su carrera que hizo en medios nuevos (Semana, La Prensa y Zona, y después de free lance), porque no quería utilizar el capital intelectual y periodístico de su familia. Su padre, Lucio Duzán, fue editorialista de El Espectador y hombre notable en los medios políticos del antiguo país. Hacerse a pulso era entonces la aspiración de Sylvia.Uno siempre se siente culpable de la muerte de los más allegados y en el caso de mi Sylvia tanta culpa me hizo mucho daño; me decía entonces que si le hubiera exigido hijos enseguida, no la hubieran matado, pero después corregía y agregaba que también me hubiera dejado de querer. Y durante los siete años que compartimos se hizo muy amiga de mis hijos, a veces induciéndolos a que me desafiaran, y les dio lecciones de rock, de cine y de literatura, en especial de aventurarse en la vida, que los marcarían profundamente.
El día del asesinato la llevé al aeropuerto y había un trancón sobre la Avenida Boyacá, de tal modo, que cruzó el puente a pie y tomó un transporte para alcanzar al aeropuerto pero llegó tarde y perdió el vuelo 
a Cimitarra. Se fue entonces a la estación para tomar la flota a Bucaramanga y conectar con otra que la llevó al pueblo ardiente que iba a cobrar su muerte, donde llegó ya por la noche, muy agotada. Ahí, 
cuando tomaban un refresco en la cafetería La Tata, los sicarios la acribillaron junto con los directivos de la Cooperativa Campesina del Carare, Josué Vargas, Raúl Barajas y Saúl Castañeda, que habían alcanzado notoriedad internacional y nacional por su gesta pacifista frente al asedio de la guerrilla, el ejército y los paramilitares, que se venían inaugurando en sus acciones terroristas contra los movimientos independientes. El objetivo del atentado era acallar sus voces y la de la periodista que los escuchaba y que se aprestaba a magnificarlas para un documental del Canal 4 de Londres.
La alianza entre el crimen organizado, grupos dirigentes locales, las fuerzas de seguridad y los políticos contra la insurgencia ha destruido el tejido social que quedaba de la Colombia campesina, ha hecho la más voraz contrarreforma agraria y ha entronado la violencia para zanjar las diferencias, arrojando una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Sylvia fue una de las primeras víctimas de esta violencia y los responsables directos se asesinaron entre sí, los oficiales cómplices fueron exonerados y a Ramón Isaza se le olvidó que él debió organizar los asesinatos pues era en ese entonces el señor de la guerra del Magdalena Medio.
Una llamada de un periodista de Caracol hacia las 11 de la noche del 26 de febrero me dio la noticia de que yacía herida en la clínica de Cimitarra. Conseguí el teléfono y me dijeron que su pronóstico era reservado, pero ya había muerto. Una bala le entró por la mejilla y le explotó el cerebro lleno de sentimientos buenos, de generosidad, de niña consentida, de entrega, de su amor por mí, de recuerdos y de capacidades. Otra bala le afectó un pulmón. A la madrugada del otro día supe la verdad y recibí el apoyo de mucha gente para ir a recuperar el cadáver. La gobernación de Santander nos prestó una avioneta para viajar de Bucaramanga a Cimitarra y me acompañó el primo de Sylvia, Carlos Angulo Gálviz, quien le prestó apoyo a mi cuerpo desmadejado en esos momentos de intenso miedo, rabia y dolor. En Cimitarra un oficial del ejército nos preguntó que por qué no había llegado María Jimena también, en un tono socarrón.
Compramos lienzo y cuerdas para envolver el cadáver, lo cargamos con cuidado en la avioneta y volamos directo a Bogotá. Durante el vuelo miraba su cara pálida, muy bella y apacible, el pequeño orificio en la mejilla que se iba amoratando, y me preguntaba qué iba a ser de mí sin ella, ella que había sido mi amante, mi colega, mi socia, un poco mi hija (le llevaba 17 años y la molestaba diciéndole que la iba a dejar viuda, pero el destino político de Colombia había reversado las probabilidades de expectativa de vida de ambos).
No podía  dormir ni llorar y eso magnificaba mi angustia. Pude llorar, al fin, cuando la estábamos enterrando y la tierra negra caía sobre el féretro, ahogándola definitivamente, pensaba, suprimiendo toda posibilidad de resurrección.Masacre de Cimitarra, a la CIDH. El asesinato de la periodista Silvia Duzán, Josué Vargas Mateus, Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas Collazos, éstos últimos dirigentes de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), ocurrido el 26 de febrero de 1990 en una cafetería frente al parque principal del municipio de Cimitarra (Santander), será puesto a consideración de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Si el caso es admitido, este organismo entrará a revisar si el Estado colombiano tuvo responsabilidad en la violenta muerte de Duzán y los tres hombres. Desde que ocurrió el crimen, éste ha sido atribuido a ‘Los Macetos’, un grupo de autodefensa que operaba bajo las órdenes del jefe paramilitar Henry de Jesús Pérez. No obstante, ninguna persona ha sido sentenciada y el episodio permanece en la impunidad. Cuando el ex comandante paramilitar Ramón Isaza fue cuestionado al respecto, sólo atinó a decir que había perdido la memoria.


Dirección web fuente:
http://www.elespectador.com/impreso/cultura/gente/articuloimpreso189887-apenas-estaba-floreciendo

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